Contradictorio empezar un relato
sobre mi matrimonio con la vida, recordando el momento exacto en el que no
deseaba más vivir, bueno eso somos contradicción humana, pero claro también fue
el momento en que la vida y yo firmamos un nuevo contrato nupcial, el
matrimonio que inexorablemente se terminará cuando la muerte me separe de ella,
de la vida. Este, les adelanto, es mi único matrimonio heterosexual, mas allá
de algunas novias de mi tierna adolescencia o algún que otro amor de juventud.
Ah y una mujer en situación de prostitución (acompañe a dos amigos de la
secundaria a tener su primer encuentro sexual y no me quise quedar afuera)
Era el año 2001, un día después
de las torres y mientras el mundo miraba horrorizado las repetidas imágenes de
los aviones estrellándose contra esos colosos gemelos de cristal yo solo rogaba
al universo que un avión se estrellara contra el hospital de Clínicas, en lo
posible a la altura del piso 10 en el sector que da a la Avenida Córdoba en
intersección con Uriburu, ya nada tenía sentido alguno para mí, mi pareja de 11
años acababa de fallecer a causa del virus que compartíamos, un día y medio
antes, me acerque a su oído y le dije lo que realmente era una gran mentira en ese momento – “ya
estoy listo, no sufras más”, siguiendo
la sugerencia de uno de los médicos que nos acompañó en esos terribles siete
meses de prolongadas internaciones, “no se va y no deja de sufrir, por que vos
sos el que lo sujetas”. Después con el tiempo pude darme cuenta que no era una
mentira, sino vean aquí estoy 15 años después escribiendo sobre ese momento en
que creía que el mundo se había acabado para mí, así somos los seres humanos,
hay momentos que creemos que todo se terminó, que no vamos a poder, que nos
vamos a morir, que nada ya tiene sentido y con el tiempo podemos recordar
seguramente con algo de angustia esos momento pero sabemos que al final fueron
increíblemente importantes para aprender a seguir viviendo con más fuerza y
vitalidad, propiamente a esto se le llama resiliencia, concepto muy de moda en
el mundo psi y en las revistas. Pues bien hace tiempo que sé que soy altamente
resiliente, que tengo una gran capacidad de resiliencia, aunque últimamente me
estaría faltando una dosis o tal vez dos, pero eso lo dejo para otro momento.
Retornemos al fatídico septiembre
del 2001, en menos de un año había confirmado mi diagnostico positivo al VIH,
dos meses después confirmaba lo propio mi pareja, casi un año después mi pareja
con la que habíamos convivido 11 años
después de 7 meses durísimos de hospitalizaciones, nocardiosis cerebral, y un
buen número de raras infecciones, de haber yo abandonado todas mis actividades
para dedicarme a no dejarlo irse como dijo el doctor, fallece y días después quedo literalmente de patitas en la calle ya
que su familia decidió sin respetar su voluntad que yo no debía seguir viviendo
en nuestro hogar y no se ahorraron la
violencia y un par de piñas, un gran combo, con todos los condimentos que
serviría como un ejemplo como tantos hay y hubo, del porque la lucha por los
derechos de las personas LGBT, de hecho sin lugar a dudas, es uno no el único,
de los condimentos que alimentaron mis ganas de exponerme, además claro está de
mi importante cuota narcisista, en la lucha por la restauración de nuestros
derechos, que perdíamos en la medida que asumíamos nuestra identidad sexual.
Logré salir adelante como todos
los seres humanos hacemos, gracias a ellos, a los otros, nunca es sin el otro,
siempre hay otros, sino no podríamos contar la historia, en este caso quienes
son esos otros mi familia, la de sangre, pero también y muy especialmente
aquella con la que nos vamos encontrando en la vida, en general a todos los putos,
tortas, trans y etcs y también cuanta oveja negra no aceptada o aceptada con
dificultades en el seno de nuestras familias, solemos resilientemente
solucionar esto construyendo lazos profundos amorosos y solidarios con otros en
la vida que superan por demás las falencias de los abandonos familiares, pero
igual nunca a ningún ser humano nos alcanza, que le vamos hacer, es ley de la
vida, la teta que falto de baby te va a joder de por vida.
Esa familia, la construida, más
mis viejos, mis hermanos y mis cuñadas son los que me sirvieron de andamio, y
lograron que después de tres meses me desprendiera de las cenizas, que me
acompañaban todas las noches y me cuidaban desde mesa de luz, a esa altura me encontraba en la
casa de mis viejos que me habían vuelto a recibir luego que quede en la calle,
no sé si me interpretan tres meses con las cenizas de mi difunto finado en la
mesa de luz, papá que trastornadito que andaba. Fuimos a Urutata, un refugio
para el amor fraternal en el que pasábamos la mayoría de nuestros fines de
semanas, unos cuantos que nos constituimos en familia, fuimos a plantar un
árbol poniendo en las raíces sus cenizas
tal como él lo había deseado y expresado, en realidad pusimos solo la mitad de las
cenizas, si la mitad porque la otra mitad se la llevo su familia ya que quería
ponerlas en la cripta familiar del cementerio, logran captar la imagen, los
empleados del cementerio dividiendo las cenizas en dos urnitas, ¿Qué parte del
cuerpo me estaría llevando? ¿Miembros superiores o miembros inferiores? 0 ¿la
mitad derecha o la izquierda? En esta última opción espero que haya sido la
parte izquierda, ¿Qué macabro no? Pero que terrible y macabro es que solo
alguien pueda pensar en solicitar la mitad de las cenizas, ¿Qué posibilidad que
eso hubiera pasado si realmente yo hubiera estado legalmente casado con Alfo?
Seguramente si hubiera sido así, yo hubiera podido hacer respetar su voluntad y
las cenizas completas hubieran ido a parar a las raíces de ese árbol; pero no, en
ese momento parecía lógico para todos, inclusive para mí que lo único que
quería era morirme yo también, que su padre reclamara absurdamente una parte de
las cenizas para ponerlas en la cripta familiar, familiar y que éramos yo y los
hermanos y hermanas de la vida ahí presente, que lo acompañamos en todos esos
años, y en cada minuto y segundo de su larguísima agonía, nosotros éramos,
también éramos y somos su familia, los que sabíamos inclusive que debíamos
aguantarnos que no se respetaran sus deseos por parte de ellos porque ese seguramente
era también su deseo, el deseo de quien ha naturalizado que no le corresponden
los mismo derechos, que es lo que nos pasaba a la mayoría de los putos, tortas
y trans que estábamos allí, otro cantar hubiera sido si esto hubiera acontecido
hoy, aunque no estuviera legalmente casado con él, sin lugar a dudas me hubiera
parado y diría todas las cenizas de mi marido serán el alimento de un bello
árbol que plantaremos tal como Alfo lo ha deseado.
Pese a todo en algún momento
decidí quedarme con la mitad de la urnita llena y no con la mitad vacía, al fin
de cuentas Alfo no está ahí, vive en nuestros recuerdos y ahora en vos que lo estás
leyendo.
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